lunes, 31 de marzo de 2025

¿CÓMO SE FORMA LA RAIZ?

Una planta tipo, considerando como tal a cualquier fanerógama, con flores, está compuesta de raíz, tallo y hojas. La forma y estructura de estos tres órganos están en estrecha relación con las funciones que deben desarrollar. La raíz es la parte de la planta que generalmente se encuentra enterrada, procede de la radícula primaria del embrión y se diferencia en numerosas unidades de menor tamaño hasta formar un aparato radical bastante complejo.

En algunos vegetales, la raíz principal, procedente directamente de la radícula primaria, toma un desarrollo claramente superior a las restantes y engrosa debido al aumento de las sustancias de reserva que contiene, como ocurre en el caso de la zanahoria; este modelo de raíz recibe el nombre de axonomorfa. En otros casos, por ejemplo en el trigo y otras gramíneas, se desarrollan aproximadamente igual tanto la raíz principal como las secundarias o laterales. Se habla entonces de raíz fasciculada.

La planta utiliza la raíz no sólo para fijarse sólidamente al sustrato sino también para tomar de éste el agua junto con las sales minerales disueltas, indispensables para el crecimiento y desarrollo de toda la planta.

Como era de esperar, existe una estrecha relación entre el desarrollo de la parte aérea y las raíces de una planta: en efecto, cuanta más envergadura tenga el conjunto formado por las ramificaciones y las hojas, más fuertemente tiene que estar la planta anclada en el sustrato a fin de poder resistir la fuerza de los embates del exterior. Especialmente en lugares de desplome y batidos por el viento, es frecuente que se encuentren plantas con aparatos radiculares de varios metros. Sobre sustratos rocosos, el desarrollo radicular es superficial; en terrenos sueltos y profundos, en cambio, las raíces penetran de forma casi perpendicular en el suelo. Las raíces requieren no sólo agua sino también el contacto con el aire; en terrenos demasiado compactos o pantanosos, con escasa aireación, las raíces tienen un desarrollo difícil y llegan fácilmente a morir.

Si se sumerge parcialmente en agua un esqueje de hiedra, de adelfa, o bien de avel, se observa que inmediatamente desarrollan pequeñas raíces que reciben el nombre de adventicias. En cambio, algunas plantas propias de zonas tropicales producen raíces aéreas, como ocurre en algunos grupos de orquídeas, que suelen vivir sobre el tronco de otras plantas, situación que prefieren al suelo. Estas plantas reciben el nombre de epífitas (del griego epi, "sobre", y phýo, "crecer"). Las raíces que cuelgan en el aire se revisten de un involucro esponjoso, denominado velo, que absorbe la humedad de la atmósfera y también el agua de la lluvia. Algunas especies de Ficus emiten asimismo raíces epígeas que alcanzan hasta el suelo, al que se fijan; de este modo colaboran al sostén de la planta; estas raíces especiales reciben el nombre de fúlcreas o columnares. Todavía es más singular el caso de las plantas de manglar, cuyas raíces están sumergidas en el agua, pero que emiten una especie de protuberancias dirigidas hacia arriba a fin de obtener aire puro. Estas formaciones disponen de pequeñas aberturas para facilitar los intercambios gaseosos; reciben el nombre de raíces respiratorias o neumatóforos. Finalmente, conviene también citar el caso de determinadas especies de plantas parásitas que transforman el carácter de las raíces hasta convertirse en órganos para perforar los tejidos de las plantas hospedantes, alcanzar el cilindro central y succionar la savia elaborada a través de los vasos conductores.

Al observar mediante una lupa la extremidad de una raíz (ápice radical), éste muestra un aspecto bastante particular: aparece revestido por una especie de caperuza que recibe el nombre de caliptra o pilorriza. Protegidos por la caliptra se disponen varios estratos de células (tejido meristemático) que continuamente se dividen, dando origen a los tejidos diferenciados, que reciben el nombre de definitivos. A continuación del ápice se encuentra la región pilífera, formada mayoritariamente por células superficiales alargadas hacia fuera en el sentido de formar delgadísimos filamentos (pelos radicales).

En general estos pelos son bastante abundantes (de hasta 400 por mm²) y desempeñan una importante función: disponerse a través de los microscópicos gránulos que componen el suelo, uniéndose intensamente a ellos, y succionar el agua y las sales minerales. No obstante, su vida media es corta ya que, a medida que crece la raíz, la pilorriza se aleja, perdiéndose los primitivos pelos que son sustituidos por otros nuevos dispuestos en las proximidades del ápice.

En la raíz, la disposición de los vasos conductores (vasos leñosos y tubos cribosos) es muy característica. En una sección transversal, es posible observar, en una disposición central, los vasos leñosos y liberianos dispuestos a modo de radios alternos. En determinadas plantas, esta estructura primaria es permanente durante toda la vida del organismo. En otras, que probablemente forman las especies más importantes, el engrosamiento de la raíz se produce mediante un estrato de tejido meristemático denominado cámbium, dispuesto entre los elementos leñosos y los liberianos. Este estrato produce cada nueva primavera nuevos vasos leñosos hacia el interior y vasos liberianos hacia el exterior, formando paulatinamente una serie de anillos concéntricos. La raíz quedaría sin protección externa si periféricamente otro tejido meristemático, denominado feligíneo, no procediera a formar súber hacia la parte exterior y felodermis (tejido parenquimático) hacia el interior. Esta nueva organización de la planta, generalmente presente en todas las especies no anuales, recibe en botánica la denominación de estructura secundaria de la raíz.

Como se ve por el proceso descrito, la primitiva raíz se transforma en una estructura capaz de sostener el peso de un poderoso tronco, pero inadecuada para absorber el agua y las sales minerales presentes en el suelo. Esta importante tarea queda reservada a las partes más jóvenes, en concreto a la zona apical de la raíz que, al renovarse sin cesar, avanzan considerablemente. Sirvan como ejemplo de la magnitud de este hecho algunos datos. Según una serie de medidas realizadas, se sabe que las raíces del maíz avanzan del orden de 5-6 cm diarios, mientras que el aumento medio calculado para toda una planta de centeno madura es del orden de 5 km diarios, sin tener en cuenta el crecimiento de los pelos radicales, que puede cifrarse en unos 90 km.

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