Una planta tipo, considerando como tal a cualquier fanerógama, con flores, está compuesta de raíz, tallo y hojas. La forma y estructura de estos tres órganos están en estrecha relación con las funciones que deben desarrollar. La raíz es la parte de la planta que generalmente se encuentra enterrada, procede de la radícula primaria del embrión y se diferencia en numerosas unidades de menor tamaño hasta formar un aparato radical bastante complejo.
En algunos vegetales, la raíz principal, procedente
directamente de la radícula primaria, toma un desarrollo claramente superior a
las restantes y engrosa debido al aumento de las sustancias de reserva que
contiene, como ocurre en el caso de la zanahoria; este modelo de raíz recibe el
nombre de axonomorfa. En otros casos, por ejemplo en el trigo y otras
gramíneas, se desarrollan aproximadamente igual tanto la raíz principal como
las secundarias o laterales. Se habla entonces de raíz fasciculada.
La planta utiliza la raíz no sólo para fijarse
sólidamente al sustrato sino también para tomar de éste el agua junto con las
sales minerales disueltas, indispensables para el crecimiento y desarrollo de
toda la planta.
Si se sumerge parcialmente en agua un esqueje de
hiedra, de adelfa, o bien de avel, se observa que inmediatamente desarrollan
pequeñas raíces que reciben el nombre de adventicias. En cambio, algunas
plantas propias de zonas tropicales producen raíces aéreas, como ocurre en
algunos grupos de orquídeas, que suelen vivir sobre el tronco de otras plantas,
situación que prefieren al suelo. Estas plantas reciben el nombre de epífitas
(del griego epi, "sobre", y phýo, "crecer"). Las raíces que
cuelgan en el aire se revisten de un involucro esponjoso, denominado velo, que
absorbe la humedad de la atmósfera y también el agua de la lluvia. Algunas
especies de Ficus emiten asimismo raíces epígeas que alcanzan hasta el suelo,
al que se fijan; de este modo colaboran al sostén de la planta; estas raíces
especiales reciben el nombre de fúlcreas o columnares. Todavía es más singular
el caso de las plantas de manglar, cuyas raíces están sumergidas en el agua,
pero que emiten una especie de protuberancias dirigidas hacia arriba a fin de
obtener aire puro. Estas formaciones disponen de pequeñas aberturas para
facilitar los intercambios gaseosos; reciben el nombre de raíces respiratorias
o neumatóforos. Finalmente, conviene también citar el caso de determinadas
especies de plantas parásitas que transforman el carácter de las raíces hasta
convertirse en órganos para perforar los tejidos de las plantas hospedantes,
alcanzar el cilindro central y succionar la savia elaborada a través de los
vasos conductores.
Al observar mediante una lupa la extremidad de una
raíz (ápice radical), éste muestra un aspecto bastante particular: aparece
revestido por una especie de caperuza que recibe el nombre de caliptra o
pilorriza. Protegidos por la caliptra se disponen varios estratos de células
(tejido meristemático) que continuamente se dividen, dando origen a los tejidos
diferenciados, que reciben el nombre de definitivos. A continuación del ápice
se encuentra la región pilífera, formada mayoritariamente por células
superficiales alargadas hacia fuera en el sentido de formar delgadísimos
filamentos (pelos radicales).
En general estos pelos son bastante abundantes (de
hasta 400 por mm²) y desempeñan una importante función: disponerse a través de
los microscópicos gránulos que componen el suelo, uniéndose intensamente a
ellos, y succionar el agua y las sales minerales. No obstante, su vida media es
corta ya que, a medida que crece la raíz, la pilorriza se aleja, perdiéndose
los primitivos pelos que son sustituidos por otros nuevos dispuestos en las
proximidades del ápice.
En la raíz, la disposición de los vasos conductores
(vasos leñosos y tubos cribosos) es muy característica. En una sección
transversal, es posible observar, en una disposición central, los vasos leñosos
y liberianos dispuestos a modo de radios alternos. En determinadas plantas,
esta estructura primaria es permanente durante toda la vida del organismo. En
otras, que probablemente forman las especies más importantes, el engrosamiento
de la raíz se produce mediante un estrato de tejido meristemático denominado
cámbium, dispuesto entre los elementos leñosos y los liberianos. Este estrato
produce cada nueva primavera nuevos vasos leñosos hacia el interior y vasos
liberianos hacia el exterior, formando paulatinamente una serie de anillos
concéntricos. La raíz quedaría sin protección externa si periféricamente otro
tejido meristemático, denominado feligíneo, no procediera a formar súber hacia
la parte exterior y felodermis (tejido parenquimático) hacia el interior. Esta
nueva organización de la planta, generalmente presente en todas las especies no
anuales, recibe en botánica la denominación de estructura secundaria de la
raíz.
Como se ve por el proceso descrito, la primitiva
raíz se transforma en una estructura capaz de sostener el peso de un poderoso
tronco, pero inadecuada para absorber el agua y las sales minerales presentes
en el suelo. Esta importante tarea queda reservada a las partes más jóvenes, en
concreto a la zona apical de la raíz que, al renovarse sin cesar, avanzan
considerablemente. Sirvan como ejemplo de la magnitud de este hecho algunos
datos. Según una serie de medidas realizadas, se sabe que las raíces del maíz
avanzan del orden de 5-6 cm diarios, mientras que el aumento medio calculado
para toda una planta de centeno madura es del orden de 5 km diarios, sin tener
en cuenta el crecimiento de los pelos radicales, que puede cifrarse en unos 90
km.
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