lunes, 31 de marzo de 2025

¿CÓMO ES LA ESTRUCTURA DEL HOMBRE?

Desde el punto de vista zoológico general, de acuerdo con consideraciones anatomofisiológicas, el hombre es un mamífero superior, homotermo, de temperatura corporal que se mantiene constantemente alrededor de 36.5 °C, una estatura media que se sitúa alrededor 1.65 m, bípedo con postura erecta, posee un par de manos, con las extremidades bastante desarrolladas (las superiores son más cortas que las inferiores); el cuerpo está prácticamente exento de pelos y la caja craneana está muy desarrollada; el cerebro presenta un peso relativo mayor en relación con todos los otros grupos animales.

El cuerpo humano está dividido en tres partes: la cabeza, que contiene el cerebro y la mayor parte de los órganos de los sentidos; el tronco, que incluye el tórax y el abdomen, con los órganos responsables de la respiración, la digestión, la asimilación, la excreción, la circulación y la reproducción; finalmente, las extremidades, que sirven para las diferentes posturas, el desplazamiento, la caza, la defensa, el ataque, etc.

El cuerpo está revestido por una membrana elástica y resistente, la piel o cutis, de espesor variable entre 1 y 3 mm, y que cumple múltiples funciones, entre otras la de ser el asiento de diversos aparatos de protección (pelos, uñas, etc.)

Debajo de la piel se disponen masas de color rosado, de forma y posesión variable, estriadas longitudinalmente, dispuestas en forma de cinta, abanico o huso. Estas formaciones son los músculos, que modelan la forma del cuerpo.

En el interior de los músculos se disponen canales ramificados de diámetro variable, unos recorridos por sangre de intenso color rojo (las arterias) y otros por sangre de color más oscuro (las venas). Existen también vasos linfáticos, de color blanquecino, con una serie de abultamientos dispuestos a modo de cuentas de un rosario. Finalmente, en la masa muscular pueden observarse también cordones de color claro, de tamaño variable, que se corresponden con los nervios. El conjunto de los músculos forma una segunda envoltura del cuerpo, más grueso y consistente que la piel.

Por lo general, los músculos dispuestos más hacia el interior están fijados a estructuras duras y resistentes (los huesos); los más superficiales están en directa relación con el tegumento.

En contacto con las paredes de numerosos órganos internos está dispuesta un tipo particular de musculatura denominada lisa porque carece, al ser observada directamente o mediante el microscopio, de las características estriaciones propias del otro tipo muscular citado en primer lugar. Los músculos lisos están relacionados con el movimiento involuntario de algunos órganos.

El conjunto de todos los huesos recibe el nombre de esqueleto y forma el armazón interno de sostén de todo el cuerpo. En el esqueleto se diferencian tres zonas distintas: el esqueleto de la cabeza, que comprende el cráneo y los huesos de la cara; el esqueleto del tronco, formado principalmente por la columna vertebral, el esternón y las costillas; por último, el esqueleto de las extremidades (superiores e inferiores) está unido al tronco por las denominadas cinturas o cíngulos. Los huesos se unen entre sí a través de las articulaciones que. Según la posición y el tipo de movimiento que deban ejecutar (o impedir), se clasifican en móviles, semimóviles o fijas. En la cabeza o el tronco, bien protegidos por los huesos y los músculos, están situadas las vísceras, que es el nombre que reciben numerosos órganos blandos encargados de la realización de importantes funciones vitales.

¿CÓMO ES LA ESTRUCTURA DE LOS ANIMALES?

En el lenguaje común, el termino animal tiene un significado completamente opuesto al de la planta. En efecto, los animales son considerados como organismos activos, capaces de moverse y sobretodo, de mostrar un determinado comportamiento frente a otros organismos también animales. Las plantas, en cambio, a pesar de alcanzar un grado notable de perfeccionamiento en relación con la morfología y el funcionamiento, carecen de mecanismos encaminados, por ejemplo, elegir el lugar más idóneo para desarrollarse, a procurarse el alimento o la defensa, a proteger a la descendencia o bien a localizar a un individuo del sexo opuesto para crear nuevos retoños. Por tanto, en términos generales, podría decirse que las plantas carecen de “voluntad”. Desde el punto de vista estructural, también el cuerpo de los animales está formado por células organizadas en tejidos, que a su vez forman órganos y aparatos complejos. Los órganos presentes en los animales pueden ser dobles (ojos, pulmones) o sencillos (boca, nariz, corazón), y disponerse según determinados modelos de organización que responden a las exigencias vitales y a su grado de perfección.

Algunos tipos de organización presentes en el reino animal son cuerpo dispuesto en forma de un saco abierto; cuerpo aplastado o deprimido; cuerpo de forma cilíndrico provisto de dos aberturas, una anterior y otra posterior; cuerpo en forma de tubo dividido en cortos segmentos y protegido externamente; cuerpo compacto, a menudo provisto de un caparazón externo; cuerpo sostenido por un armazón rigido interno, el esqueleto, formado por los huesos.

En numerosos tipos animales puede distinguirse en el cuerpo una serie de regiones: la cabeza, estrechamente ligada a los órganos de los sentidos; el tronco, en cuyo interior se disponen importantes órganos vitales; las extremidades, dispuestas para el desplazamiento. En la parte externa, los animales disponen siempre de una capa o envoltura que sirve para protegerles de las condiciones externas y a la vez para entrar en relación con el medio ambiente.

Dentro de los diversos tipos de organización presentes en el reino animal, la existencia de un armazón interno a cuyo alrededor se disponen y se organizan según las leyes precisos los distintos órganos, constituye un carácter importante de diferenciación. Los animales que poseen esta estructura interna reciben el nombre de vertebrados.

¿CÓMO ES LA ESTRUCTURA DE LAS HOJAS?

La hoja es el órgano de la planta dedicado fundamentalmente a la fotosíntesis, al menos en condiciones normales, es decir, cuando muestra el característico aspecto verde, y está más o menos extendida, plana y delgada. Generalmente está formada por dos partes distintas: una parte ensanchada denominada lámina y otra cilíndrica y larga, que une la anterior al tallo y se denomina pecíolo.

Existen hojas denominadas simples, como la del laurel, platanero y calabacera, etc., con la lámina formada por una sola pieza, y hojas compuestas, que muestran varias partes independientes entre sí, como en el caso del rosal, la acacia y el falso castaño. La forma de la lámina foliar es también bastante variable, y según su morfología recibe los nombres de oval, triangular, lineal, acorazonada, espadiforme, lanceolada, acicular, etc.; en función del perfil se clasifican en enteras, serradas, dentadas, lobuladas, laciniadas, etc.

La nerviación de las hojas constituye otro carácter importante: las nerviaciones proceden del tallo y representan las últimas terminaciones de los elementos conductores que después de recorrer el pecíolo forman un fino retículo por toda la lámina foliar. Su disposición es un carácter distintivo utilizable en la clasificación de los vegetales. A grandes rasgos, y según la nerviación, las hojas pueden clasificarse en paralelinervias, cuando las nerviaciones corren paralelas a los bordes de la lámina, y penninervias, en el caso de que dispongan de una nerviación principal mediana de la que parten numerosas nerviaciones secundarias, paralelas entre sí. Finalmente, se denominan palminervias las hojas en las que varias nerviaciones se disponen radialmente por toda la lámina a partir de donde ésta se inserta en el pecíolo.

Las dimensiones de las hojas son también muy variables, ya que pueden ser muy reducidas como en la elodea (Elodea canadensis) o en la esparraguera, mientras que la lámina es de gran tamaño en la flor de loto y especialmente en la famosa especie Victoria regia, cuyas hojas alcanzan un diámetro superior a un metro.

Puede suceder que bajo determinadas circunstancias se modifiquen las características propias de las hojas. Algunas transformaciones son fundamentalmente la fotosíntesis, al menos en condiciones normales, es decir, cuando muestra el característico aspecto verde, y está más o menos extendida, plana y delgada. Generalmente está formada por dos partes distintas: una parte ensanchada denominada lamina y la otra cilíndrica y larga, que une la anterior al tallo y se denomina peciolo.

Existen hojas denominadas simples, como las del laurel, el platanero y calabacera, etc., con la lámina formada por una sola pieza, y hojas compuestas, que muestran varias partes independientes entre sí, como el caso del rosal, la acacia y el falso castaño. La forma de la lámina foliar es también bastante variable, y según su morfología recibe los nombres de oval, triangular, lineal, acorazonada, espadiforme, lanceolada, acicular, etc., en función del perfil se clasifican en enteras, serradas, dentadas, lobuladas, laciniadas, etc.

La nerviación de las hojas constituye otro carácter importante: las nerviaciones proceden del tallo y representan las ultimas terminaciones de los elementos conductores que después de recorrer el peciolo forman un fino retículo por toda la lamina foliar. Su disposición es un carácter distintivo utilizable en la clasificación de los vegetales. A grandes rasgos y según la nerviación, las hojas pueden clasificarse en paralelinervias, cuando las nerviaciones corren paralelas a los bordes de la lamina, y penninervias, en el caso del que dispongan de una nerviación principal mediana de la que parten numerosas nerviaciones secundarias paralelos entre si. Finalmente, se denominan palminervias las hojas en las que varias nerviaciones se disponen radialmente por toda la lamina a partir de donde esta se inserta en el peciolo. Las dimensiones de las hojas son también muy variables, ya que pueden ser muy reducidas como en la elodea ( Elodea candensis) o en la esparraguera, mientras que la lamina es de gran tamaño en la flor de loto y especialmente en la famosa especie Victoria regia, cuyas hojas alcanzan un diámetro superior a un metro Puede suceder que bajo determinadas circunstancias se modifiquen las características propias de las hojas.

Algunas transformaciones son especialmente drásticas, cómo ocurre en el caso de las espinas. En otros casos, las hojas se transforman en zarcillos que son utilizados por las plantas volubles para trapear, como ocurre con la planta del guisante. Los zarcillos debidos a transformaciones foliares son distintos de los que proceden de la reducción de ramificaciones, como la vid. Las escamas que protegen las yemas son asimismo hojas transformadas, como ocurre ene l bulbo de la cebolla. En las denominadas plantas carnívoras, las hojas se modifican para propiciar la captura de insectos, cuyos cadáveres son utilizados para proporcionar el necesario complemento mineral, ya que estas plantas suelen vivir en lugares muy pobres. Finalmente, también hay que entre presente que al menos las partes más llamativas de las flores (pétales y sépalos) proceden asimismo de hojas transformadas. Las hojas de las distintas plantas no crecen libremente, sino que están reguladas en su desarrollo por una ley de simetría tan exacta que puede expresarse mediante una fórmula matemática.

La mayoría de las hojas ofrecen una estructura dorsiventral: presentan una página superior, denominada haz, cuya epidermis esta revestida por una fina cutícula, y otra inferior, denominada envés, con la epidermis provista de una serie de aberturas que reciben el nombre de estomas (del griego stóma, "boca"). cada estoma está formada por dos células reniformes opuestas y en comunicación con una pequeña cavidad que recibe el nombre de cámara subestomática. Las dos células de cierre regulan la abertura y oclusión de la cavidad y en consecuencia los intercambios gaseosos que tienen lugar con la cámara subestomática a través de un mecanismo muy interesante. Según el mayor o menor grado de turgencia de las células, los bordes de la estoma se abren o se aproximan hasta cerrarse por completo, de modo que la planta puede regular a voluntad este movimiento en función de la variación de las condiciones externas y de sus necesidades vitales. 

Aún cuando a veces algunos de estas estomas se disponen en el haz, en general las estomas suelen encontrarse en el envés, donde es posible observarlos a través del microscopio. Como cantidad estimativa, existen alrededor de varios centenares por mm². Las hojas que flotan de algunas plantas acuáticas tienen las estomas localizados en la página superior, puesto que es la única cara de la hoja que se halla en contacto con el aire. 

Todo el espacio dispuesto entre las dos epidermis está ocupado por tejidos, zona que en conjunto se denomina mesófilo; su espesor es variable según la consistencia de las hojas. Debajo de la epidermis del haz se dispone una capa que recibe el nombre de parénquima en empalizada: las células que lo forman con abundantes cloroplastos, están dispuestas una junto a la otra a modo de palos. A continuación, se dispone un estrato de células más o menos esféricas, separadas por grandes espacios intercelulares (tejido esponjoso o lagunar). Estas células contienen un número muy reducido de cloroplastos en relación con las anteriores, este hecho explica por qué la cara inferior de las hojas suele ser de un color verde menos intenso. En los bordes y en el ápice de la hoja se observan al microscopio los denominados estomas acuíferos, cuya finalidad es la eliminación del agua que ha sido absorbido en exceso. Es frecuente observar en primavera, a primera hora de la mañana, brillar el sol pequeñas gotas de agua que parecen rocío: en realidad no son mas que gotitas de agua emitidas por los estomas acuíferos por la noche, cuando la temperatura demasiado fría no permite la suficiente transpiración de la planta. 

Por el tejido mesófilo están diseminados los vasos conductores (la nerviación). La parte central del sistema contiene vasos leñosos y tubos liberianos, con una disposición que queda determinada por su situación  en el tallo. hacia el haz se disponen los vasos leñosos que discurren por el interior del cilindro central, mientras que hacia la pagina inferior se disponen los tubos liberianos. También hay que señalar que la nerviación principal está dispuesta casi siempre en el centro de la lamina foliar, puesto que realiza también una función mecánica de sostén al tender a favorecer la buena disposición de la hoja frente  a la luz solar. En las hojas no se desarrolla una estructura secundaria, dada la vida relativamente breve de las mismas.

En muchas especies las hojas nacida en primavera se marchitan y caen con los primeros fríos otoñales (especies de hoja caduca) existen también otras especies en las que el follaje perdura durante todas las estaciones y no se pierde todo simultáneamente, sino que poco a poco los elementos mas viejos son sustituidos por las nuevas hojas. Como ejemplo de especies de hojas perennes pueden citarse el olivo, los agrios, el laurel, numerosas especies de coníferas, etc. En general, este proceso de renovación de las hojas esta estrechamente relacionado con a las condiciones climáticas. Al carecer de hojas, la planta entra en una especie de letargo que hace que entretanto la actividad quede sumamente reducida. De este modo, puede afrontar sin perjuicio los largos periodos de calor y frio excesivos. Sobrevivirán, por consiguiente, a todos los rigores climatológicos.

 

¿CÓMO ES LA ESTRUCTURA DEL TALLO?

En el caso de los árboles, el tallo o tronco constituye el órgano de la planta destinado al sostén de las hojas, de las flores y de los frutos y representa una continuación anatómica de la raíz. Generalmente está dispuesto en posición vertical y es de porte robusto. Se origina a partir de una yema formada por tejido meristemático, rodeada por folíolos estrechamente unidos entre sí y cubiertos a su vez por escamas. Al desarrollarse la yema se pierden las escamas, el tallo se alarga y las hojas se abren. El punto de inserción de las hojas en el tallo recibe el nombre de nudo, e entrenudo el espacio que separa dos nudos consecutivos, punto en el que el crecimiento es más rápido. En la axila de las hojas se forman pequeñas protuberancias que constituyen las denominadas yemas o primordios de las ramificaciones.

Según estén destinadas a la producción de hojas y ramificaciones o bien ramificaciones y flores, reciben el nombre de folíferas o bien floríferas. Existen también ejemplos de yemas mixtas, como ocurre en el falso castaño y en la vid. Los brotes que deben interrumpir su desarrollo durante la estación desfavorable para continuar su crecimiento en la siguiente primavera, se protegen con un apretado tomento o bien con resinas y gomas especiales, que al penetrar hacia el interior cementan prácticamente toda la estructura.

También es interesante tratar, aunque sea brevemente, de la ramificación del tallo: si el eje principal presenta un desarrollo superior al de los secundarios, se produce una forma típica en pirámide, muy común en el caso de las coníferas (pinos, abetos, etc.). Por el contrario, si se detiene el crecimiento del eje principal o bien se desarrolla menos que las ramificaciones laterales, se llega a un aspecto externo esférico que es el más abundante (caso del tilo, el olmo, etc.).

 La consistencia del tallo es también un carácter que ofrece una amplia variabilidad. El tallo herbáceo, poco lignificado, es típico de las plantas anuales o bianuales (las que desarrollan su ciclo vital completo en uno o dos años). Se da el nombre de culmo a un tallo fistuloso y tabicado, propio por ejemplo de las Gramíneas; además, en este caso se impregna de silicatos, lo que ayuda a aumentar su consistencia. Un tallo blando, no ramificado y desprovisto de hojas, recibe el nombre de escapo; es frecuente entre las Monocotiledóneas, por ejemplo en los narcisos. Las plantas que poseen un tallo tan sumamente corto que parece que carezcan de él reciben el nombre de acaules: éste es el caso de la primavera y de la genciana.

En las plantas perennes cuyo ciclo vital se desarrolla en varios años, el tallo es mucho más consistente y robusto. El nombre de “árbol” suele reservarse para los tallos leñosos, rectos, y que sólo se ramifican a partir de un determinado punto.

El avellano, por ejemplo, se ramifica a partir de la misma base. Se trata pues de un arbusto o frútice; la salvia, en cambio, es un subfrútice puesto que, además de ramificarse a partir de la base, posee toda la parte superior herbácea y destinada a morir y renovarse cada año.

En algunos casos el tallo es incapaz de mantenerse erecto debido al peso de las hojas, de las flores y de los frutos. Ante tal situación existen dos estrategias distintas de comportamiento: o bien se convierte en un tallo rastrero, dispuesto directamente sobre el suelo, como ocurre en la calabacera, o bien trepa sobre una estructura utilizable como sostén, que puede ser otro vegetal o un simple palo; en este caso recibe el nombre de tallo trepador o voluble. Como ejemplo de tallos trepadores pueden citarse la judía, la madreselva y la vid.

Normalmente, el tallo de las plantas es aéreo o epigeo pero con una pequeña parte subterránea. En algunos casos, sin embargo, esta parte subterránea alcanza notable desarrollo y se transforma en un órgano de reserva. Los tallos subterráneos reciben el nombre de tubérculo (patata), rizoma (gladiolo) o bulbo (cebolla). En el tubérculo, tallo engrosado y repleto de sustancias de reserva, son observables las yemas, denominados ojos; a partir de cada yema puede desarrollarse un nuevo vástago. El rizoma adopta una disposición horizontal (paralela al suelo), como sustancia de reserva contiene almidón y cada año se desarrolla la parte epigea de la planta, que al terminar la estación se pierde y es sustituida al año siguiente por una nueva yema. En el caso del bulbo, las hojas están transformadas en órganos de esencia carnosas; la yema tiene su origen en el apretado involucro.

El tallo de las fresas presenta también una particularidad interesante. Esta planta se reproduce con facilidad por vía de diferenciación de algunos tallos ramificados rastreros, llamados estolones, emiten brotes y raíces que dan origen a una nueva planta. La vid, incapaz de procurarse el suficiente sostén, transforma algunas ramificaciones en zarcillos que permiten la adhesión al sostén. En el caso de las plantas suculentas es también digno de destacar cómo, al fin de resistir la sequedad del clima extremo en el que viven, reducen notablemente su superficie de transpiración; puesto que el agua se pierde en su mayor parte por las hojas, éstas se reducen a simples espinas y proporcionan al tallo y a las ramificaciones, denominados cladodios, la apariencia de grandes hojas carnosas y de color verde.

En la yema apical, tal como ya ha sido dicho, están dispuestos los tejidos meristemáticos. Al examinar una sección transversal de un tallo joven se observa, del exterior hacia el interior, la epidermis, la corteza formada de varios estratos (hileras de células verdes con abundante clorofila, a continuación las células incoloras y ricas en granos de almidón, con funciones de tejido de reserva), y finalmente en el centro se dispone el cilindro central, especie de columna formada de parénquima en cuyo interior aparecen algunos haces conductores con el liber dirigido hacia la corteza y el leño dispuesto en el centro del tallo. Los haces se acompañan de fibras que aumentan la resistencia mecánica de la planta. 


¿CÓMO SE FORMA LA RAIZ?

Una planta tipo, considerando como tal a cualquier fanerógama, con flores, está compuesta de raíz, tallo y hojas. La forma y estructura de estos tres órganos están en estrecha relación con las funciones que deben desarrollar. La raíz es la parte de la planta que generalmente se encuentra enterrada, procede de la radícula primaria del embrión y se diferencia en numerosas unidades de menor tamaño hasta formar un aparato radical bastante complejo.

En algunos vegetales, la raíz principal, procedente directamente de la radícula primaria, toma un desarrollo claramente superior a las restantes y engrosa debido al aumento de las sustancias de reserva que contiene, como ocurre en el caso de la zanahoria; este modelo de raíz recibe el nombre de axonomorfa. En otros casos, por ejemplo en el trigo y otras gramíneas, se desarrollan aproximadamente igual tanto la raíz principal como las secundarias o laterales. Se habla entonces de raíz fasciculada.

La planta utiliza la raíz no sólo para fijarse sólidamente al sustrato sino también para tomar de éste el agua junto con las sales minerales disueltas, indispensables para el crecimiento y desarrollo de toda la planta.

Como era de esperar, existe una estrecha relación entre el desarrollo de la parte aérea y las raíces de una planta: en efecto, cuanta más envergadura tenga el conjunto formado por las ramificaciones y las hojas, más fuertemente tiene que estar la planta anclada en el sustrato a fin de poder resistir la fuerza de los embates del exterior. Especialmente en lugares de desplome y batidos por el viento, es frecuente que se encuentren plantas con aparatos radiculares de varios metros. Sobre sustratos rocosos, el desarrollo radicular es superficial; en terrenos sueltos y profundos, en cambio, las raíces penetran de forma casi perpendicular en el suelo. Las raíces requieren no sólo agua sino también el contacto con el aire; en terrenos demasiado compactos o pantanosos, con escasa aireación, las raíces tienen un desarrollo difícil y llegan fácilmente a morir.

Si se sumerge parcialmente en agua un esqueje de hiedra, de adelfa, o bien de avel, se observa que inmediatamente desarrollan pequeñas raíces que reciben el nombre de adventicias. En cambio, algunas plantas propias de zonas tropicales producen raíces aéreas, como ocurre en algunos grupos de orquídeas, que suelen vivir sobre el tronco de otras plantas, situación que prefieren al suelo. Estas plantas reciben el nombre de epífitas (del griego epi, "sobre", y phýo, "crecer"). Las raíces que cuelgan en el aire se revisten de un involucro esponjoso, denominado velo, que absorbe la humedad de la atmósfera y también el agua de la lluvia. Algunas especies de Ficus emiten asimismo raíces epígeas que alcanzan hasta el suelo, al que se fijan; de este modo colaboran al sostén de la planta; estas raíces especiales reciben el nombre de fúlcreas o columnares. Todavía es más singular el caso de las plantas de manglar, cuyas raíces están sumergidas en el agua, pero que emiten una especie de protuberancias dirigidas hacia arriba a fin de obtener aire puro. Estas formaciones disponen de pequeñas aberturas para facilitar los intercambios gaseosos; reciben el nombre de raíces respiratorias o neumatóforos. Finalmente, conviene también citar el caso de determinadas especies de plantas parásitas que transforman el carácter de las raíces hasta convertirse en órganos para perforar los tejidos de las plantas hospedantes, alcanzar el cilindro central y succionar la savia elaborada a través de los vasos conductores.

Al observar mediante una lupa la extremidad de una raíz (ápice radical), éste muestra un aspecto bastante particular: aparece revestido por una especie de caperuza que recibe el nombre de caliptra o pilorriza. Protegidos por la caliptra se disponen varios estratos de células (tejido meristemático) que continuamente se dividen, dando origen a los tejidos diferenciados, que reciben el nombre de definitivos. A continuación del ápice se encuentra la región pilífera, formada mayoritariamente por células superficiales alargadas hacia fuera en el sentido de formar delgadísimos filamentos (pelos radicales).

En general estos pelos son bastante abundantes (de hasta 400 por mm²) y desempeñan una importante función: disponerse a través de los microscópicos gránulos que componen el suelo, uniéndose intensamente a ellos, y succionar el agua y las sales minerales. No obstante, su vida media es corta ya que, a medida que crece la raíz, la pilorriza se aleja, perdiéndose los primitivos pelos que son sustituidos por otros nuevos dispuestos en las proximidades del ápice.

En la raíz, la disposición de los vasos conductores (vasos leñosos y tubos cribosos) es muy característica. En una sección transversal, es posible observar, en una disposición central, los vasos leñosos y liberianos dispuestos a modo de radios alternos. En determinadas plantas, esta estructura primaria es permanente durante toda la vida del organismo. En otras, que probablemente forman las especies más importantes, el engrosamiento de la raíz se produce mediante un estrato de tejido meristemático denominado cámbium, dispuesto entre los elementos leñosos y los liberianos. Este estrato produce cada nueva primavera nuevos vasos leñosos hacia el interior y vasos liberianos hacia el exterior, formando paulatinamente una serie de anillos concéntricos. La raíz quedaría sin protección externa si periféricamente otro tejido meristemático, denominado feligíneo, no procediera a formar súber hacia la parte exterior y felodermis (tejido parenquimático) hacia el interior. Esta nueva organización de la planta, generalmente presente en todas las especies no anuales, recibe en botánica la denominación de estructura secundaria de la raíz.

Como se ve por el proceso descrito, la primitiva raíz se transforma en una estructura capaz de sostener el peso de un poderoso tronco, pero inadecuada para absorber el agua y las sales minerales presentes en el suelo. Esta importante tarea queda reservada a las partes más jóvenes, en concreto a la zona apical de la raíz que, al renovarse sin cesar, avanzan considerablemente. Sirvan como ejemplo de la magnitud de este hecho algunos datos. Según una serie de medidas realizadas, se sabe que las raíces del maíz avanzan del orden de 5-6 cm diarios, mientras que el aumento medio calculado para toda una planta de centeno madura es del orden de 5 km diarios, sin tener en cuenta el crecimiento de los pelos radicales, que puede cifrarse en unos 90 km.

¿CÓMO ES LA ESTRUCTURA DE LAS PLANTAS?

Una planta tipo, considerando como tal a cualquier fanerógama, con flores, está compuesta de raíz, tallo y hojas. La forma y estructura de estos tres órganos están en estrecha relación con las funciones que deben desarrollar. La raíz es la parte de la planta que generalmente se encuentra enterrada, procede de la radícula primaria del embrión y se diferencia en numerosas unidades de menor tamaño hasta formar un aparato radical bastante complejo.

En algunos vegetales, la raíz principal, procedente directamente de la radícula primaria, toma un desarrollo claramente superior a las restantes y engrosa debido al aumento de las sustancias de reserva que contiene, como ocurre en el caso de la zanahoria; este modelo de raíz recibe el nombre de axonomorfa. En otros casos, por ejemplo en el trigo y otras gramíneas, se desarrollan aproximadamente igual tanto la raíz principal como las secundarias o laterales. Se habla entonces de raíz fasciculada.

La planta utiliza la raíz no sólo para fijarse sólidamente al sustrato sino también para tomar de éste el agua junto con las sales minerales disueltas, indispensables para el crecimiento y desarrollo de toda la planta.

Como era de esperar, existe una estrecha relación entre el desarrollo de la parte aérea y las raíces de una planta: en efecto, cuanta más envergadura tenga el conjunto formado por las ramificaciones y las hojas, más fuertemente tiene que estar la planta anclada en el sustrato a fin de poder resistir la fuerza de los embates del exterior. Especialmente en lugares de desplome y batidos por el viento, es frecuente que se encuentren plantas con aparatos radiculares de varios metros. Sobre sustratos rocosos, el desarrollo radicular es superficial; en terrenos sueltos y profundos, en cambio, las raíces penetran de forma casi perpendicular en el suelo. Las raíces requieren no sólo agua sino también el contacto con el aire; en terrenos demasiado compactos o pantanosos, con escasa aireación, las raíces tienen un desarrollo difícil y llegan fácilmente a morir.

Si se sumerge parcialmente en agua un esqueje de hiedra, de adelfa, o bien de avel, se observa que inmediatamente desarrollan pequeñas raíces que reciben el nombre de adventicias. En cambio, algunas plantas propias de zonas tropicales producen raíces aéreas, como ocurre en algunos grupos de orquídeas, que suelen vivir sobre el tronco de otras plantas, situación que prefieren al suelo. Estas plantas reciben el nombre de epífitas (del griego epi, "sobre", y phýo, "crecer"). Las raíces que cuelgan en el aire se revisten de un involucro esponjoso, denominado velo, que absorbe la humedad de la atmósfera y también el agua de la lluvia. Algunas especies de Ficus emiten asimismo raíces epígeas que alcanzan hasta el suelo, al que se fijan; de este modo colaboran al sostén de la planta; estas raíces especiales reciben el nombre de fúlcreas o columnares. Todavía es más singular el caso de las plantas de manglar, cuyas raíces están sumergidas en el agua, pero que emiten una especie de protuberancias dirigidas hacia arriba a fin de obtener aire puro. Estas formaciones disponen de pequeñas aberturas para facilitar los intercambios gaseosos; reciben el nombre de raíces respiratorias o neumatóforos. Finalmente, conviene también citar el caso de determinadas especies de plantas parásitas que transforman el carácter de las raíces hasta convertirse en órganos para perforar los tejidos de las plantas hospedantes, alcanzar el cilindro central y succionar la savia elaborada a través de los vasos conductores.

Al observar mediante una lupa la extremidad de una raíz (ápice radical), éste muestra un aspecto bastante particular: aparece revestido por una especie de caperuza que recibe el nombre de caliptra o pilorriza. Protegidos por la caliptra se disponen varios estratos de células (tejido meristemático) que continuamente se dividen, dando origen a los tejidos diferenciados, que reciben el nombre de definitivos. A continuación del ápice se encuentra la región pilífera, formada mayoritariamente por células superficiales alargadas hacia fuera en el sentido de formar delgadísimos filamentos (pelos radicales).

En general estos pelos son bastante abundantes (de hasta 400 por mm²) y desempeñan una importante función: disponerse a través de los microscópicos gránulos que componen el suelo, uniéndose intensamente a ellos, y succionar el agua y las sales minerales. No obstante, su vida media es corta ya que, a medida que crece la raíz, la pilorriza se aleja, perdiéndose los primitivos pelos que son sustituidos por otros nuevos dispuestos en las proximidades del ápice.

En la raíz, la disposición de los vasos conductores (vasos leñosos y tubos cribosos) es muy característica. En una sección transversal, es posible observar, en una disposición central, los vasos leñosos y liberianos dispuestos a modo de radios alternos. En determinadas plantas, esta estructura primaria es permanente durante toda la vida del organismo. En otras, que probablemente forman las especies más importantes, el engrosamiento de la raíz se produce mediante un estrato de tejido meristemático denominado cámbium, dispuesto entre los elementos leñosos y los liberianos. Este estrato produce cada nueva primavera nuevos vasos leñosos hacia el interior y vasos liberianos hacia el exterior, formando paulatinamente una serie de anillos concéntricos. La raíz quedaría sin protección externa si periféricamente otro tejido meristemático, denominado feligíneo, no procediera a formar súber hacia la parte exterior y felodermis (tejido parenquimático) hacia el interior. Esta nueva organización de la planta, generalmente presente en todas las especies no anuales, recibe en botánica la denominación de estructura secundaria de la raíz.

Como se ve por el proceso descrito, la primitiva raíz se transforma en una estructura capaz de sostener el peso de un poderoso tronco, pero inadecuada para absorber el agua y las sales minerales presentes en el suelo. Esta importante tarea queda reservada a las partes más jóvenes, en concreto a la zona apical de la raíz que, al renovarse sin cesar, avanzan considerablemente. Sirvan como ejemplo de la magnitud de este hecho algunos datos. Según una serie de medidas realizadas, se sabe que las raíces del maíz avanzan del orden de 5-6 cm diarios, mientras que el aumento medio calculado para toda una planta de centeno madura es del orden de 5 km diarios, sin tener en cuenta el crecimiento de los pelos radicales, que puede cifrarse en unos 90 km.

En el caso de los árboles, el tallo o tronco constituye el órgano de la planta destinado al sostén de las hojas, de las flores y de los frutos y representa una continuación anatómica de la raíz. Generalmente está dispuesto en posición vertical y es de porte robusto. Se origina a partir de una yema formada por tejido meristemático, rodeada por folíolos estrechamente unidos entre sí y cubiertos a su vez por escamas. Al desarrollarse la yema se pierden las escamas, el tallo se alarga y las hojas se abren. El punto de inserción de las hojas en el tallo recibe el nombre de nudo, e entrenudo el espacio que separa dos nudos consecutivos, punto en el que el crecimiento es más rápido. En la axila de las hojas se forman pequeñas protuberancias que constituyen las denominadas yemas o primordios de las ramificaciones.

Según estén destinadas a la producción de hojas y ramificaciones o bien ramificaciones y flores, reciben el nombre de folíferas o bien floríferas. Existen también ejemplos de yemas mixtas, como ocurre en el falso castaño y en la vid. Los brotes que deben interrumpir su desarrollo durante la estación desfavorable para continuar su crecimiento en la siguiente primavera, se protegen con un apretado tomento o bien con resinas y gomas especiales, que al penetrar hacia el interior cementan prácticamente toda la estructura.

También es interesante tratar, aunque sea brevemente, de la ramificación del tallo: si el eje principal presenta un desarrollo superior al de los secundarios, se produce una forma típica en pirámide, muy común en el caso de las coníferas (pinos, abetos, etc.). Por el contrario, si se detiene el crecimiento del eje principal o bien se desarrolla menos que las ramificaciones laterales, se llega a un aspecto externo esférico que es el más abundante (caso del tilo, el olmo, etc.).

La consistencia del tallo es también un carácter que ofrece una amplia variabilidad. El tallo herbáceo, poco lignificado, es típico de las plantas anuales o bianuales (las que desarrollan su ciclo vital completo en uno o dos años). Se da el nombre de culmo a un tallo fistuloso y tabicado, propio por ejemplo de las Gramíneas; además, en este caso se impregna de silicatos, lo que ayuda a aumentar su consistencia. Un tallo blando, no ramificado y desprovisto de hojas, recibe el nombre de escapo; es frecuente entre las Monocotiledóneas, por ejemplo en los narcisos. Las plantas que poseen un tallo tan sumamente corto que parece que carezcan de él reciben el nombre de acaules: éste es el caso de la primavera y de la genciana.

En las plantas perennes cuyo ciclo vital se desarrolla en varios años, el tallo es mucho más consistente y robusto. El nombre de “árbol” suele reservarse para los tallos leñosos, rectos, y que sólo se ramifican a partir de un determinado punto. El avellano, por ejemplo, se ramifica a partir de la misma base. Se trata pues de un arbusto o frútice; la salvia, en cambio, es un subfrútice puesto que, además de ramificarse a partir de la base, posee toda la parte superior herbácea y destinada a morir y renovarse cada año.

En algunos casos el tallo es incapaz de mantenerse erecto debido al peso de las hojas, de las flores y de los frutos. Ante tal situación existen dos estrategias distintas de comportamiento: o bien se convierte en un tallo rastrero, dispuesto directamente sobre el suelo, como ocurre en la calabacera, o bien trepa sobre una estructura utilizable como sostén, que puede ser otro vegetal o un simple palo; en este caso recibe el nombre de tallo trepador o voluble. Como ejemplo de tallos trepadores pueden citarse la judía, la madreselva y la vid.

Normalmente, el tallo de las plantas es aéreo o epigeo pero con una pequeña parte subterránea. En algunos casos, sin embargo, esta parte subterránea alcanza notable desarrollo y se transforma en un órgano de reserva. Los tallos subterráneos reciben el nombre de tubérculo (patata), rizoma (gladiolo) o bulbo (cebolla). En el tubérculo, tallo engrosado y repleto de sustancias de reserva, son observables las yemas, denominados ojos; a partir de cada yema puede desarrollarse un nuevo vástago. El rizoma adopta una disposición horizontal (paralela al suelo), como sustancia de reserva contiene almidón y cada año se desarrolla la parte epigea de la planta, que al terminar la estación se pierde y es sustituida al año siguiente por una nueva yema. En el caso del bulbo, las hojas están transformadas en órganos de esencia carnosas; la yema tiene su origen en el apretado involucro.

El tallo de las fresas presenta también una particularidad interesante. Esta planta se reproduce con facilidad por vía de diferenciación de algunos tallos ramificados rastreros, llamados estolones, emiten brotes y raíces que dan origen a una nueva planta. La vid, incapaz de procurarse el suficiente sostén, transforma algunas ramificaciones en zarcillos que permiten la adhesión al sostén. En el caso de las plantas suculentas es también digno de destacar cómo, al fin de resistir la sequedad del clima extremo en el que viven, reducen notablemente su superficie de transpiración; puesto que el agua se pierde en su mayor parte por las hojas, éstas se reducen a simples espinas y proporcionan al tallo y a las ramificaciones, denominados cladodios, la apariencia de grandes hojas carnosas y de color verde.

En la yema apical, tal como ya ha sido dicho, están dispuestos los tejidos meristemáticos. Al examinar una sección transversal de un tallo joven se observa, del exterior hacia el interior, la epidermis, la corteza formada de varios estratos (hileras de células verdes con abundante clorofila, a continuación las células incoloras y ricas en granos de almidón, con funciones de tejido de reserva), y finalmente en el centro se dispone el cilindro central, especie de columna formada de parénquima en cuyo interior aparecen algunos haces conductores con el liber dirigido hacia la corteza y el leño dispuesto en el centro del tallo. 

Los haces se acompañan de fibras que aumentan la resistencia mecánica de la planta. la estructura descrita es permanente durante toda la vida de las plantas denominadas Monocotiledóneas, plantas que por regla general disponen de un solo cotiledón u hoja de reserva en la semilla. en otras planta superiores, que a veces pueden alcanzar dimensiones realmente considerables, entra en actividad un tipo especial de tejido denominado cambium, situado entre el liber y el leño y de naturaleza meristemática. Al igual que ocurría en la raíz, este tejido genera elementos leñosos hacia la parte interna y elementos liberianos hacia el exterior. Este proceso tiene lugar a principios de cada primavera, formándose una serie de anillos concéntricos cuyo radio crece de año en año. Estos anillos permiten no solo estimar la edad de la planta a partir del numero presente de ellos, sino que  a la vez su propia naturaleza permite extraer determinadas conclusiones acerca de las condiciones estacionales. Por ejemplo, la humedad y el calor que influyen considerablemente en el desarrollo de los anillos del leño secundario.

Los anillos del leño mas viejos e internos forman la parte mas dura y compacta del tronco (duramen). se pierde asimismo la capacidad de transporte, que queda reservada para las capas mas superficiales, siempre en constante renovación. Esta es la razón por la que en ocasiones pueden observarse ejemplares de arboles prácticamente vacíos por dentro y que sin embargo continúan vivos. El transporte de la savia bruta que a partir de las raíces se dirige hacia las hojas es asegurada por los anillos de los vasos leñosos periféricos: el acarreo de la savia bruta que baja de las hojas a través de todo el tallo se asegura por los vasos liberianos dispuestos debajo de la corteza. La hoja es el órgano de la planta dedicado fundamentalmente a la fotosíntesis, al menos en condiciones normales, es decir, cuando muestra el característico aspecto verde, y está más o menos extendida, plana y delgada. Generalmente está formada por dos partes distintas: una parte ensanchada denominada lámina y otra cilíndrica y larga, que une la anterior al tallo y se denomina pecíolo.

Existen hojas denominadas simples, como la del laurel, platanero y calabacera, etc., con la lámina formada por una sola pieza, y hojas compuestas, que muestran varias partes independientes entre sí, como en el caso del rosal, la acacia y el falso castaño. La forma de la lámina foliar es también bastante variable, y según su morfología recibe los nombres de oval, triangular, lineal, acorazonada, espadiforme, lanceolada, acicular, etc.; en función del perfil se clasifican en enteras, serradas, dentadas, lobuladas, laciniadas, etc.

La nerviación de las hojas constituye otro carácter importante: las nerviaciones proceden del tallo y representan las últimas terminaciones de los elementos conductores que después de recorrer el pecíolo forman un fino retículo por toda la lámina foliar. Su disposición es un carácter distintivo utilizable en la clasificación de los vegetales. A grandes rasgos, y según la nerviación, las hojas pueden clasificarse en paralelinervias, cuando las nerviaciones corren paralelas a los bordes de la lámina, y penninervias, en el caso de que dispongan de una nerviación principal mediana de la que parten numerosas nerviaciones secundarias, paralelas entre sí. Finalmente, se denominan palminervias las hojas en las que varias nerviaciones se disponen radialmente por toda la lámina a partir de donde ésta se inserta en el pecíolo.
Las dimensiones de las hojas son también muy variables, ya que pueden ser muy reducidas como en la elodea (Elodea canadensis) o en la esparraguera, mientras que la lámina es de gran tamaño en la flor de loto y especialmente en la famosa especie Victoria regia, cuyas hojas alcanzan un diámetro superior a un metro.

Puede suceder que bajo determinadas circunstancias se modifiquen las características propias de las hojas. Algunas transformaciones son fundamentalmente la fotosíntesis, al menos en condiciones normales, es decir, cuando muestra el característico aspecto verde, y está más o menos extendida, plana y delgada. Generalmente esta formada por dos partes distintas: una parte ensanchad denominada lamina y la otra cilíndrica y larga, que une la anterior al tallo y se denomina peciolo.

Existen hojas denominadas simples, como las del laurel, el platanero y calabacera, etc., con la lamina formada por una sola pieza, y hojas compuestas, que muestran varias partes independientes entre sí, como el caso del rosal, la acacia y el falso castaño. La forma de la lamina foliar es también bastante variable, y según su morfología recibe los nombres de oval, triangular, lineal, acorazonada, espadiforme, lanceolada, acicular, etc., en función del perfil se clasifican en enteras, serradas, dentadas, lobuladas, laciniadas, etc.

La nerviación de las hojas constituye otro carácter importante: las nerviaciones proceden del tallo y representan las ultimas terminaciones de los elementos conductores que después de recorrer el peciolo forman un fino retículo por toda la lamina foliar. Su disposición es un carácter distintivo utilizable en la clasificación de los vegetales. A grandes rasgos y según la nerviación, las hojas pueden clasificarse en paralelinervias, cuando las nerviaciones corren paralelas a los bordes de la lamina, y penninervias, en el caso del que dispongan de una nerviación principal mediana de la que parten numerosas nerviaciones secundarias paralelos entre si. Finalmente, se denominan palminervias las hojas en las que varias nerviaciones se disponen radialmente por toda la lamina a partir de donde esta se inserta en el peciolo.
 
Las dimensiones de las hojas son también muy variables, ya que pueden ser muy reducidas como en la elodea ( Elodea candensis) o en la esparraguera, mientras que la lamina es de gran tamaño en la flor de loto y especialmente en la famosa especie Victoria regia, cuyas hojas alcanzan un diámetro superior a un metro Puede suceder que bajo determinadas circunstancias se modifiquen las características propias de las hojas. Algunas transformaciones son especialmente drásticas, cómo ocurre en el caso de las espinas. En otros casos, las hojas se transforman en zarcillos que son utilizados por las plantas volubles para trapear, como ocurre con la planta del guisante. Los zarcillos debidos a transformaciones foliares son distintos de los que proceden de la reducción de ramificaciones, como la vid. Las escamas que protegen las yemas son asimismo hojas transformadas, como ocurre ene l bulbo de la cebolla. 

En las denominadas plantas carnívoras, las hojas se modifican para propiciar la captura de insectos, cuyos cadáveres son utilizados para proporcionar el necesario complemento mineral, ya que estas plantas suelen vivir en lugares muy pobres. Finalmente, también hay que entre presente que al menos las partes más llamativas de las flores (pétales y sépalos) proceden asimismo de hojas transformadas. Las hojas de las distintas plantas no crecen libremente, sino que están reguladas en su desarrollo por una ley de simetría tan exacta que puede expresarse mediante una formula matemática. La mayoría de las hojas ofrecen una estructura dorsiventral: presentan una pagina superior, denominada haz, cuya epidermis esta revestida por una fina cutícula, y otra inferior, denominada envés, con la epidermis provista de una serie de aberturas que reciben el nombre de estomas (del griego stóma, "boca"). cada estoma está formado por dos células reniformes opuestas y en comunicación  con una pequeña cavidad que recibe el nombre de cámara subestomática. Las dos células de cierre regulan la abertura y oclusión de la cavidad y en consecuencia los intercambios gaseosos que tienen lugar con la cámara subestomática a través de un mecanismo muy interesante. Según el mayor o menor grado de turgencia de las células, los bordes del estoma se abren o se aproximan hasta cerrarse por completo, de modo que la planta puede regular a voluntad este movimiento en función de la variación de las condiciones externas y de sus necesidades vitales. 

Aún cuando a veces algunos de estos estomas se disponen en el haz, en general los estomas suelen  encontrarse en el envés, donde es posible observarlos a través del microscopio. Como cantidad estimativa, existen alrededor de varios centenares por mm². Las hojas que flotan de algunas plantas acuáticas tienen los estomas localizados en la página superior, puesto que es la única cara de la hoja que se halla en contacto con el aire. 

Todo el espacio dispuesto entre las dos epidermis está ocupado por tejidos, zona que en conjunto se denomina mesófilo; su espesor es variable según la consistencia de las hojas. Debajo de la epidermis del haz se dispone una capa que recibe el nombre de parénquima en empalizada: las células que lo forman con abundantes cloroplastos, están dispuestas una junto a la otra  a modo de palos. A continuación se dispone un estrato de células mas o menos esféricas, separadas por grandes espacios intercelulares (tejido esponjoso o lagunar). Estas células contienen un numero muy reducido de cloroplastos en relación con las anteriores, este hecho explica por qué la cara inferior de las hojas suele ser de un color verde menos intenso. En los bordes y en el ápice de la hoja se observan al microscopio los denominados estomas acuíferos, cuya finalidad es la eliminación del agua que ha sido absorbido en exceso. 

Es frecuente observar en primavera, a primera hora de la mañana, brillar el sol pequeñas gotas de agua que parecen rocío: en realidad no son mas que gotitas de agua emitidas por los estomas acuíferos por la noche, cuando la temperatura demasiado fría no permite la suficiente transpiracion.de la planta. 
Por el tejido mesófilo están diseminados los vasos conductores (la nerviación). La parte central del sistema contiene vasos leñosos y tubos liberianos, con una disposición que queda determinada por su situación  en el tallo. hacia el haz se disponen los vasos leñosos que discurren por el interior del cilindro central, mientras que hacia la pagina inferior se disponen los tubos liberianos. 

También hay que señalar que la nerviación principal está dispuesta casi siempre en el centro de la lamina foliar, puesto que realiza también una función mecánica de sostén al tender a favorecer la buena disposición de la hoja frente  a la luz solar. En las hojas no se desarrolla una estructura secundaria, dada la vida relativamente breve de las mismas. En muchas especies las hojas nacida en primavera se marchitan y caen con los primeros fríos otoñales (especies de hoja caduca) existen también otras especies en las que el follaje perdura durante todas las estaciones y no se pierde todo simultáneamente, sino que poco a poco los elementos mas viejos son sustituidos por las nuevas hojas. Como ejemplo de especies de hojas perennes pueden citarse el olivo, los agrios, el laurel, numerosas especies de coníferas, etc. En general, este proceso de renovación de las hojas esta estrechamente relacionado con a las condiciones climáticas. Al carecer de hojas, la planta entra en una especie de letargo que hace que entretanto la actividad quede sumamente reducida. De este modo, puede afrontar sin perjuicio los largos periodos de calor y frio excesivos. Sobrevivirán, por consiguiente, a todos los rigores climatológicos.












sábado, 15 de marzo de 2025

¿CUÁLES SON LOS TEJIDOS ANIMALES?

Los tejidos presentes en los distintos tipos animales pueden clasificarse en cuatro categorías fundamentales:

1) Tejidos de revestimiento o epitelios, con las células dispuestas muy próximas las unas de las otras a fin de formar una cubierta continua con misión básicamente protectora del organismo frente a las condiciones externas. Los distintos tejidos de revestimiento pueden dar origen a diversas estructuras especializadas características de determinados grupos de animales, como ocurre con las escamas de los Peces, el involucro rígido de los Insectos y Crustáceos, las escamas de los Reptiles, las plumas de las Aves y los pelos de los Mamíferos. Forman también parte de esta categoría los tejidos epiteliales constituyentes de diversos tipos de glándulas presentes en la naturaleza.

2)Tejidos conjuntivos. Se trata de formaciones a base de células dispuestas a bastante distancia las unas de las otras, en general revestidas por un epitelio, y cuya misión es la de colmatar los espacios dispuestos entre los distintos órganos o formar su armazón, unir distintos órganos entre sí, servir de sostén al cuerpo ofreciendo a la vez las propiedades de elasticidad y resistencia: citemos los tejidos conjuntivos de sostén (los cartílagos y los huesos).

3)Tejidos musculares, capaces de contracción, y por tanto responsables del movimiento de parte del organismo o de su totalidad.

4)Tejidos nerviosos. Los elementos que forman parte del tejido nervioso están destinados a la percepción de los estímulos procedentes del medio externo y a proporcionar una respuesta adecuada a los mismos. El tejido nervioso permite al organismo desarrollarse siempre en las condiciones más óptimas.

¿QUÉ SON LOS TEJIDOS VEGETALES?

 En las plantas, los tejidos pueden agruparse en dos categorías distintas según mantengan o hayan perdido la capacidad de división como consecuencia de su especialización para realizar determinadas funciones muy concretas.

Los tejidos meristemáticos o embrionales están formados por células con abundante citoplasma, escasas vacuolas, paredes delgadas, núcleo bastante voluminoso y con capacidad de división. Se disponen en los polos opuestos de la planta, en el ápice del tallo y en la extremidad de la raíz. Con ello coadyuvan al desarrollo longitudinal. Forman además, tanto en el tallo como en las raíces, estratos de gran importancia, de los que se hablará más adelante.

Las células procedentes de los tejidos embrionarios están sujetas al envejecimiento y a la especialización, adaptándose por tanto a las funciones particulares que tienen encomendadas. Todas las que adquieren una idéntica forma constituyen los distintos tejidos adultos o definitivos, que toman distintos nombres según su función particular.

Los tejidos que predominan en la mayoría de los órganos vegetales se denominan tejidos parenquimáticos o fundamentales. Según la función que les está encomendada reciben diversos nombres. Por ejemplo, el parénquima clorofílico formado por células ricas en cloroplastos está localizado en los órganos verdes de la planta. El tejido en el que se acumula sustancia de reserva (almidón, azúcares, grasas, aceites, etc.) recibe el nombre de parénquima de reserva.

Los parénquimas acuíferos y aeríferos son más específicos, ya que no se presentan universalmente en todos los vegetales sino sólo en algunos de aspectos o hábitos particulares. Por ejemplo, las plantas crasas o suculentas, del tipo de los cactus, deben su extraordinaria resistencia en los climas secos a la presencia de células del parénquima acuífero capaces de retener grandes cantidades de agua. En las plantas acuáticas se encuentran asimismo células especiales que forman un tejido esponjoso con abundantes espacios intercelulares (parénquima aerífero) destinados a la circulación del aire.

Los tejidos mecánicos o de sostén están formados por células con paredes gruesas, alargadas en forma de fibra, dispuestas muy próximas entre sí y dando al tejido, además de la resistencia mecánica precisa, la elasticidad que caracteriza a los tallos jóvenes. Gracias a los tejidos de sostén, determinadas plantas pueden alcanzar una altura que proporcionalmente representa unas cuatrocientas veces el diámetro del tronco. Los tejidos conductores, constituidos por series lineales de células comunicantes entre sí (vasos leñosos y tubos cribosos), sirven para el transporte de los líquidos de la planta, relacionados con funciones de alimentación: la savia bruta, que circula de las raíces a las hojas, y la savia elaborada, que se distribuye por toda la planta a partir de las hojas. Cuando las células que forman los tejidos conductores se lignifican en las paredes, pierden su contenido interno y mueren, manteniendo sin embargo las paredes transversales; en esta situación reciben el nombre de traqueidas, pero si se destruyen estas paredes y se comunican entre sí, reciben el nombre de vasos abiertos o tráqueas, que en algunas especies pueden alcanzar varios metros de longitud, como por ejemplo en los agamientos lignificados a lo largo de las paredes externas, que originan formaciones en anillo, espiral, escalera, etc. El conjunto de los vasos descritos y de otras células muertas constituye el leño.

Los tubos cribosos están formados en cambio por células vivas, en las que las paredes de intercomunicación se mantienen, estando simplemente horadadas como si se tratara de cedazos o cribas. Estas células son atravesadas por la savia elaborada procedente de las hojas. Durante la estación invernal de reposo, los pequeños poros de las paredes divisorias transversales (placas cribosas) se cierran, con lo que se detiene el flujo de la savia. El conjunto de los tubos cribosos y otras células acompañantes recibe el nombre de líber.

Existen también tejidos de protección que revisten las distintas partes de los vegetales, formados por células prismáticas íntimamente unidas hasta formar una superficie continua e interrumpida únicamente en las partes cuyas apertura está regulada para los intercambios gaseosos (estomas). En ocasiones este revestimiento puede ser muy delgado, como ocurre en los pétalos de las flores. En las raíces y en el tallo de numerosas plantas, las células de revestimiento se suberifican, es decir, forman capas de súber o corcho, lo que les da un gran poder aislante.

También los pelos y tomentos que se disponen en la superficie externa de algunas plantas tienen función protectora, bien para atenuar la luz solar directa, bien para evitar una excesiva transpiración.

A su vez, los tejidos vegetales se agrupan en la formación de distintos órganos responsables del desarrollo de las funciones vitales.




¿CÓMO SE FORMAN LOS TEJIDOS?


Todos los organismos pluricelulares están formados por numerosas células, clasificables en grupos diversos, denominados tejidos, según su morfología, características y propiedades de funcionamiento.

A su vez, varios tejidos distintos pueden asociarse hasta formar una estructura más compleja, el órgano, responsable de una determinada función. Por ejemplo, el estómago es el órgano formado por varios tejidos, con aspecto de saco, encargado de posibilitar una primera digestión al alimento introducido en el cuerpo del hombre y de los restantes animales superiores; el corazón es el órgano encargado de impulsar la sangre, permitiendo la circulación a través de las grandes arterias y de los capilares, que tienen escaso diámetro y están distribuidos por todas las zonas del cuerpo; los pulmones son los órganos encargados de la respiración y el ojo de la visión.

A menudo los órganos no funcionan independientemente, sino que cooperan entre sí para desarrollar por completo una determinada función vital; por ejemplo, esófago, intestino, hígado y páncreas se unen al estómago para completar la función digestiva. El conjunto de órganos destinados a la realización de una función determinada, la digestión por ejemplo, reciben el nombre de aparato.

Al ser las plantas y los animales organismos profundamente distintos en sus organizaciones vitales, muestran también diferencias de organización a nivel de los tejidos y de los órganos que los forman.

¿CUÁLES SON LAS VENTAJAS DE LOS ORGANISMOS PLURICELULARES?

A medida que las formas más simples adquieren niveles superiores de complejidad, se ponen de manifiesto las ventajas de los organismos provistos de múltiples elementos. Ante todo, los organismos pluricelulares disponen de una mayor protección que los unicelulares frente a eventuales accidentes mortales: si una ameba resulta herida en la membrana citoplasmática que protege el contenido celular, esta inevitablemente destinada a perecer; si lo mismo sucede en una célula integrante de una colonia de Volvox, el resto de la comunidad puede continuar viva. 

Además, un organismo formado por numerosos elementos tiene mayores posibilidades de resistir a condiciones ambientales poco favorables, ya que los distintos elementos celulares contribuyen a conseguir la adaptación del organismo a las nuevas condiciones de vida. Sin embargo, puede ponerse en duda que la hipótesis del accidente o de la adaptación a unas condiciones difíciles de vida sea suficiente para justificar el salto realizado por la naturaleza desde los primeros momentos de la historia de la vida. Si se piensa en la cuestión, considerando el ejemplo de Velella, queda patente que la presencia de numerosas células asegura un mejor rendimiento en el trabajo. 

El organismo pluricelular puede ser comparado a una fábrica en la que el reparto de funciones es distinto y cada uno de los obreros está especializado en misiones particulares: el resultado final de ello será indudablemente un trabajo mejor realizado y más preciso, con un menor desgaste individual y un gasto menor de energía, ya que mientras unos elementos trabajan, otros piensan en las innovaciones, otros se dedican a la reparación de las partes deterioradas o desgastadas, y finalmente algunos individuos se dedican a velar por la integridad de la comunidad completa. 

Como una moneda que tiene su cara y su cruz, también la situación de los organismos pluricelulares puede resultar difícil en determinadas circunstancias. Piénsese, por ejemplo, que la diminuta célula, minúsculo ladrillo del más complejo edificio pluricelular, al convertirse en obrero altamente especializado ha perdido las misiones fundamentales típicas de un individuo omnipotente, puesto que no sólo es incapaz de conseguir su propio alimento, su defensa, el aprovechamiento de la materia y de la energía, sino que ni siquiera está en condiciones de multiplicarse para originar células hijas idénticas con el riesgo adicional de que todo el organismo perezca debido al funcionamiento defectuoso de una parte que no sea posible reparar, caso muy frecuente en las células nerviosas.

¿QUÉ ES EL VELELLA SPIRANS?

Es una especie del grupo de los cnidarios, cuyo nombre cientifico es Velella spirans, que a menudo cubren la superficie del mar en determinadas situaciones con miles de ejemplares. El cuerpo está formado por una colonia de individuos, cada uno de los cuales asume una tarea determinada y específica: la diversidad de funciones conduce a una modificación profunda del aspecto externo de cada elemento. Existen, por ejemplo, individuos encargados de la captura y de la digestión de partículas alimentarias; otros tienen la función de defensa, y para ello están provistos de elementos urticantes; otros finalmente cumplen las necesidades reproductoras y, según pertenezcan a un organismo de sexo masculino o femenino, producen gametos de un tipo o de otro.

¿QUIEN FUE ABRAHAM TREMBLEY?

En 1744, Trembley realizó con hidras un experimento ya clásico en biología: mediante un fino hilo con un extremo anudado inserto a través del disco basal, y tensándolo en dirección a la boca, consiguió Trembley "dar la vuelta" a la organización del animal, como si se tratara de un guante, de modo que las capas internas se convirtieran en la superficie externa y viceversa. Pues bien, a pesar de este cambio drástico y subversivo, los ejemplares no sólo continuaron vivos, alimentándose normalmente, sino que también demostraron la capacidad de poder dividirse sin dificultad, como si vivir al derecho o al revés se tratara de un hecho carente de importancia. Además, si se secciona una hidra en dos partes, cada uno de los fragmentos da origen a un nuevo individuo.

¿QUÉ SON LAS HIDRAS AGUA DULCE?

Es un representante típico del grupo de los celentéreos, es un pólipo de color verde debido a la presencia en su estructura celular de algas microscópicas unicelulares. Vive, como su propio nombre indica, en el agua dulce y se reproduce por gemación. En las hidras existen ya células musculares, células sensoriales y células nerviosas; la digestión se realiza en dos fases: la primera tiene lugar en el interior de la cavidad gastrovascular, donde las células de la pared interna, especializadas en la secreción, desempeñan una función digestiva; la segunda tiene lugar en el interior del citoplasma celular.



¿QUÉ SON LOS CELENTEREOS O CNIDARIOS?

El grupo de los Celentéreos o Cnidarios, siempre dentro del reino animal, sigue a las Esponjas en un orden creciente de complejidad. Son animales conocidos desde los tiempos de Aristóteles por poseer cápsulas urticantes (cnide es el vocablo griego utilizado para designar a la ortiga) repartidas por toda la superficie corporal. Son animales que viven en el agua, tanto marina como dulce; viven fijos sobre el fondo o bien poseen determinadas fases móviles y pelágicas. Este grupo de animales urticantes tiene representantes bastante singulares y dan origen a una amplia variedad de formas. Sin embargo, todas las formas responden a dos tipos fundamentales: pólipo y medusa.

El tipo pólipo presenta la morfología de un saco cilíndrico que comunica con el exterior a través de una abertura bucal rodeada de tentáculos. En cambio, la medusa posee la forma de una sombrilla o de una campana, situándose en la parte central el denominado manubrio, dirigido hacia abajo y en cuyo extremo se dispone la abertura bucal, que comunica a su vez con la cavidad gastrointestinal.

La organización de los Celentéreos, en relación con las restantes características, es bastante simple: faltan por completo los órganos que en otros animales están destinados a la digestión, a la circulación o bien a la respiración. El intercambio de oxígeno queda asegurado por las células que se encuentran en contacto con el medio externo; los productos de desecho son directamente eliminados a través de la propia abertura bucal. Las cápsulas urticantes, denominadas nematocistos, están formadas básicamente por una vesícula en la que se encuentra arrollado un filamento en espiral que, al mínimo contacto, se dispara secretando un líquido irritante con la doble misión de paralizar a la presa para facilitar su captura y disuadir a los potenciales enemigos de un nuevo ataque. La reacción producida por los líquidos contenidos en los nematocistos de determinadas especies de celentéreos puede tener graves consecuencias, incluso en el hombre. 



¿QUÉ SON LAS ESPONJAS?

Las esponjas, animales marinos que viven fijos en el sustrato, presentan un mayor nivel de complejidad. Se caracterizan por poseer extrañas morfologías que han dado origen a no pocas leyendas y fantasías entre los marinos y pescadores. 

Efectivamente, algunas especies se asemejan a cálices, a trompetas, a conos, a abanicos y con algunos de estos nombres se designan en el lenguaje popular. El grupo se conoce con el nombre de Esponjarios o Poríferos, y hace referencia a la peculiar característica de presentar el cuerpo perforado de minúsculos poros, denominados poros inhalantes.

La estructura del cuerpo de las Esponjas es muy sencilla y puede representarse esquemáticamente en forma de un saco con tres capas: el agua del medio en el que viven penetra a través de los poros inhalantes hasta la cavidad del saco, empujada por una corriente generada por células particulares (denominadas coanocitos provistas de un collar o de un largo flagelo que, con su movimiento, asegura el desplazamiento del agua y de las partículas que se encuentran en suspensión en su
seno.

Los pinacocitos, cuidan del revestimiento protector externo, mientras que los amebocitos, cuya principal función consiste en actuar como matriz de reserva, participan también en otras funciones, como la secreción de determinados elementos esqueléticos (las espículas), de morfología variada, según las especies (en forma acular, rafe, córnea o silícea y responsables del aspecto global del animal.

En relación a las restantes características corporales, las esponjas son de organización realmente muy simple: carecen de aparato digestivo (el alimento es tomado directamente por las células), les falta asimismo un sistema nervioso e incluso la musculatura (sin embargo, algunas células son capaces de contraerse). Y, aunque disponen de una organización superior a la de Volvox, no muestran ningún tipo de coordinación entre las distintas funciones realizadas por las células constituyentes: su funcionamiento responde en la práctica a la suma de todas las unidades celulares que forman parte del organismo.


¿QUÉ ES VOLVOX?

Es un alga frecuente en los estanques de agua dulce. Al ser observada al microscopio óptico, el alga aparece en forma de una pequeña esfera vacía de casi aproximadamente 1 mm de diámetro, compuesta por varios centenares de células verdes debido a la presencia de clorofila, y por tanto capaces de realizar la función fotosintética y llevar una vida autótrofa; esta formación recibe el nombre de colonia. Cada una de las células que forman la colonia posee su propio núcleo, su citoplasma, un cloroplasto en forma de copa, una mancha ocular sensible a los cambios en la intensidad luminosa ambiental y un par de flagelos, cuyo movimiento coordinado asegura el desplazamiento de la colonia. Cada célula independiente, separada de la comunidad de la que forma parte, no sólo está capacitada para llevar una vida independiente sino que también puede reproducirse.

El conjunto de células que forman la colonia de Volvox no constituyen únicamente una agrupación de elementos celulares, sino que en realidad forman un sistema en el que es posible identificar una rudimentaria subdivisión de las tareas a realizar por los distintos elementos constitutivos y, por consiguiente, una cierta diferenciación en la estructura de la unidad celular.

La colonia aparece como diferenciada en un polo o extremidad superior y en otro inferior, formado por células de mayor tamaño en las que descansa todo el proceso de reproducción. Además, el movimiento de los flagelos es distinto según se trate de un ambiente oscuro o iluminado; la colonia se muestra constantemente dirigida hacia la luz. La reproducción puede acontecer por fecundación entre distintos elementos coloniales, diferenciados sexualmente, o bien por división de las células localizadas en el polo inferior que, después de incrementar su tamaño, producen hacia el interior de la colonia muchas células hijas.





viernes, 14 de marzo de 2025

¿QUÉ ES LA LECTURA DEL CÓDIGO GENÉTICO?

¿Cómo puede el ARN de transferencia identificar con exactitud cuál es el punto de enganche sobre el ARN mensajero bajo la orden del ADN?: El mecanismo postulado (y comprobado) por los científicos ha resultado ser bastante sencillo. Se sabía que el alfabeto utilizado por el ADN estaba formado por cuatro tipos distintos de nucleótidos, y se sabía también que los aminoácidos, auténticos ladrillos de la infinita variedad de moléculas proteicas existentes en la naturaleza, se reducían a 20. Por tanto, se requerían 20 mensajes distintos para gobernar la correcta colocación en el ámbito de la molécula proteica.

Sin embargo, el ADN disponía únicamente de cuatro mensajes (adenina, timina, guanina y citosina); por consiguiente, para incrementar el número de mensajes cifrados surgidos del ADN era preciso aumentar el número de posibles combinaciones. La secuencia de dos nucleótidos se mostró también incapaz de codificar los correspondientes 20 aminoácidos (en efecto, las combinaciones posibles son 2⁴ = 16, concretamente AA; AT; AG; AC; TA; TT; TG; TC; CA; CT; CG; CC; GA; GT; GC; GG).

La solución fue hallada en el célebre «triplete» de bases que permitía una gama de 64 combinaciones, de las que 61 han demostrado ser capaces de codificar, con redundancia, todos los aminoácidos, y las tres restantes, carentes en apariencia de significado, se han interpretado como “signos de puntuación”, útiles como indicadores del final de un mensaje o del inicio de otro.

Establecida la clave del código genético, el proceso de síntesis proteica quedó esclarecido por completo: las instrucciones en código contenidas en la molécula de ADN se transcriben sobre el filamento del ARN-mensajero que pasa al citoplasma para unirse a los ribosomas y constituir la plantilla sobre la que llevar a cabo la síntesis proteica. A cada triplete de bases del ARN-mensajero corresponde un triplete complementario del ARN de transferencia, que a su vez codifica a un determinado aminoácido. Al unirse distintos aminoácidos de acuerdo con las instrucciones emitidas por el ADN nuclear, se produce la síntesis de nuevas proteínas. Desde esta perspectiva, las mutaciones pueden interpretarse como un error de copia del ADN presente en los cromosomas de las células germinales, tanto si estas son masculinas como femeninas.



¿CÓMO LLEVA A CABO EL ADN EL DESARROLLO DE CADA CÉLULA?

Finalmente hemos llegado a la cuestión clave: cabe preguntarse cómo lleva a cabo la molécula de ADN, en apariencia relativamente sencilla, la formación, desarrollo armónico y funcionamiento de todas y cada una de las células pertenecientes a uno cualquiera de los miles de millones de organismos que ocupan la Tierra.

Parte de la respuesta hay que buscarla en la longitud del filamento de la molécula de ADN. Para concretar en un ejemplo, de forma aproximada, el número de genes presentes en un cromosoma humano es del orden de un millón, y cada gen está formado por término medio por unos mil nucleótidos dispuestos de manera distinta, por lo que en un solo cromosoma existen de entrada una cantidad inverosímil de posibles combinaciones que responden a otras tantas posibilidades de variantes a nivel individual como especie.

El organismo, tanto si es vivo como si no ha comenzado a desarrollarse, al estar formado, además de por agua, por una serie de compuestos orgánicos, precisa de todas gran parte para ser identificado como proteínas. El organismo humano, por ejemplo, está formado de un 70% de agua, y la mitad del restante 30% corresponde a compuestos de naturaleza proteica.

De todas las proteínas celulares, algunas tienen importancia estructural en cuanto representan el andamiaje de determinadas formaciones; otras, la mayoría, presentan valor funcional. Este es el caso de los enzimas que, dispuestos en los puntos estratégicos de la célula, desarrollan tareas relacionadas fundamentalmente con la transformación de todo tipo de sustancias procedentes del medio externo en materiales celulares, energéticos y de desecho.

Actualmente se ha demostrado que la síntesis de las proteínas y de los enzimas está regulada por el ADN. La molécula de ADN es capaz, además de autoduplicarse, de servir como modelo para la formación de otras moléculas distintas, complementarias, que funcionan a modo de mensajeros suyos, transmitiendo las órdenes oportunas fuera del núcleo para la operación de síntesis proteica.

Estas moléculas reciben el nombre de ARN-mensajero y están formadas por un filamento único de nucleótidos (cuyo número varía de algunos centenares a unos diez mil), cuyas bases son complementarias de las situadas en la hélice de ADN, de las que proceden, con la excepción de que el uracilo ocupa la posición de la timina.

El ARN-mensajero, que constituye un fiel transmisor de las órdenes del ADN,
posee la propiedad de desplazarse del núcleo, donde se forma, al citoplasma, probablemente a través de los poros de la membrana nuclear.

Una vez en el citoplasma, se une a la extremidad de un ribosoma, formado éste también por ARN (que recibe el nombre de ARN-ribosómico), constituido a su vez por dos subunidades: una sirve de punto de enganche del ARN-mensajero, mientras que la otra captura un tercer tipo de ARN presente en la célula y que recibe el nombre de ARN-transferencia.

Este último tipo de ARN, procedente también del núcleo y elaborado sobre la forma de ADN, tiene por misión recoger los distintos aminoácidos presentes en el citoplasma.

Naturalmente, el extremo de la molécula del ARN de transferencia (formada en conjunto por unos ochenta nucleótidos) muestra en parte especificidad por el ribosoma (piénsese en el ejemplo de una cerradura y su llave), y en parte por los aminoácidos. Puesto que en la composición de la materia viva sólo entran 20 aminoácidos distintos, se comprende que la extremidad del ARN de transferencia presente igualmente 20 modalidades distintas. Los aminoácidos recogidos por el ARN de transferencia son transferidos hacia la molécula del ARN mensajero (a través del ARN-ribosómico) en correspondencia con el punto complementario. Una vez situados la totalidad de los aminoácidos en su posición correcta, la molécula proteica completa se separa del ribosoma y está ya en condiciones de emprender su actividad propia en el interior de la célula.