Su cuerpo está protegido por un caparazón compuesto de placas calcáreas y se une al sustrato mediante un pedúnculo robusto en el caso de los percebes pedunculados, como Pollicipes pollicipes.
Se alimentan filtrando plancton y partículas del agua mediante apéndices llamados cirros, que extienden cuando están sumergidos.
Son muy valorados en la gastronomía, especialmente en regiones como Galicia y el norte de Portugal, donde su recolección es peligrosa pero altamente apreciada por el sabor intenso de su carne.
Además de su importancia comercial, los percebes desempeñan un papel ecológico clave en los ecosistemas costeros al formar comunidades densas que ofrecen refugio y alimento a otros organismos.
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