Existen dos tipos principales: los conos, que son responsables de la visión en colores y funcionan mejor con luz intensa, y los bastones, que son más sensibles a la luz tenue y permiten ver en condiciones de poca iluminación, aunque solo en tonos de gris.
Estas células convierten la luz en señales eléctricas que se envían al cerebro a través del nervio óptico, donde se interpretan como imágenes.
Sin los fotorreceptores, la capacidad de ver y distinguir detalles, colores y formas sería imposible.
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