Aunque no detectan colores, son esenciales para percibir formas y movimientos en ambientes poco iluminados, funcionando principalmente en tonos de gris.
Los bastones también ayudan a detectar la intensidad de la luz, contribuyendo a la adaptación visual cuando pasamos de lugares muy iluminados a oscuros.
Su alta sensibilidad los hace fundamentales para la visión nocturna y para la percepción periférica.
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