Aparentemente son parecidas a las mitocondrias, de las que se diferencian por la ausencia de crestas internas y por su contenido en enzimas de destrucción, denominados líticos, imprescindibles para la mayoría de los procesos a los que están destinados los lisosomas.
En algunas células, como por ejemplo en los glóbulos blancos de la sangre, los lisosomas son bastante abundantes: en este caso colaboran con otros corpúsculos capaces de englobar en el interior de su membrana los eventuales microorganismos patógenos para el organismo, ocupándose de la destrucción, mediante su dotación enzimática, de los peligrosos invasores.
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