En el trabajo de Linné, la especie representa el conjunto de los individuos vegetales o animales que, presentando los mismos caracteres, los mantiene constantes en la descendencia. Pero Linné, atendiéndose a los dogmas religiosos propios de su tiempo, partía del supuesto de que todas las especies presentes fueron creadas por un ser infinito. Esta definición no presuponía ni sugería ninguna idea evolucionista por ello, después de la aceptación por parte de los naturalistas, biólogos y científicos de todo el mundo de la hipótesis darwiniana, también el sistema de clasificación de Linné sufrió una serie de ajustes y modificaciones.
La especie, que permanece en la base de la sistemática, se define como el conjunto de individuos que mantienen entre sí semejanzas evidentes que proceden por tanto de un tronco común originario, pueden además pueden fecundarse y además y cuya descendencia es también fértil.
Varias especies semejantes entre sí semejantes entre sí forman un género, los géneros se reagrupan en familias y estas en órdenes, los órdenes en clases, las clases en tipos y los tipos en reinos. Naturalmente cada unidad sistemática puede subdividirse después en unidades secundarias, como ocurre con las subespecies, los subórdenes y las subfamilias.
Otra novedad atribuible a Linné es la utilización de la nomenclatura binomial para indicar las distintas especies: cada especie animal o vegetal se indica mediante dos nombres latinos, de los que el primero, escrito con inicial mayúscula, se refiere al género y el segundo a la especie. Por ejemplo, el león el leopardo y el gato, a los que Linné clasificó en un mismo género (género Felis), se indicaban respectivamente con las denominaciones de Felis leo, Felis pardus y Felis catus.
Las actuales clasificaciones han modificado a menudo el esquema linneano de acuerdo con las recientes pruebas paleontológicas, embriológicas e inmunológicas que confirman y apoyan la teoría de la evolución.
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