A partir del año 1729, cuando el científico francés Jean- Jacques de Mairan observó que las flores se abrían por la mañana y se cerraban posteriormente, manteniendo su ritmo regular incluso en el caso de que las plantas se mantuvieran experimentalmente en la oscuridad, numerosos investigadores han dedicado sus trabajos a los aspectos rítmicos o cíclicos de muchas de las actividades vitales , desde la fotosíntesis hasta la producción de algunas sustancias, desde la división celular hasta las variaciones diarias del ritmo cardiaco, respiratorio o de la temperatura corporal.
Sin embargo, se creía que tales procesos no podían tener lugar en los organismos unicelulares. Pero en la década de los cincuenta la profesora Batrice M. Sweenwy demostró lo contrario mediante una serie de experiencias sobre un alga unicelular Gonyaulax Polyedra.Este organismo tiene la curiosa propiedad de producir una luz verde azulada en distintas circunstancias, especialmente al ser perturbada. Debido a ello, al agitarse por la noche el mar o las olas, brilla una luz azulada que lentamente se apaga a medida que la ola muere sobre la playa. Al crear en el laboratorio condiciones ambientales análogas a las naturales, Goyaulax manifestaba el mismo comportamiento de fosforescencia con intensidad rítmica. Evidengemente, por tanto, existe en el interior de su minúsculo cuerpo un mecanismo que regula la luminiscencia.
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