Los principales son el suelo arenoso, que tiene partículas grandes, drena rápidamente y es pobre en nutrientes; el suelo arcilloso, con partículas finas, gran capacidad de retención de agua, pero poca aireación; el suelo limoso, suave y fértil, con buena capacidad de retención de agua y nutrientes; y el suelo franco, que es una mezcla equilibrada de arena, arcilla y limo, considerado ideal para la agricultura por su estructura y fertilidad.
Cada tipo de suelo influye en el tipo de vegetación que puede crecer y en los usos posibles del terreno.
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